“No hay ritmo más suave, entre los cien ritmos derramados por el primer músico, que el de tu mecedora, madre… y a la par que mecías me ibas cantando, y los versos no eran sino palabras juguetonas, pretextos para tus mimos. En esas canciones tú me nombrabas las cosas de la tierra: los cerros, los frutos, los pueblos, las bestiecitas del campo, como para domiciliar a tu hija en el mundo, como para enumerarle los seres de la familia, ¡tan extraña!, en la que la habían puesto a existir… no hay palabrita nombrada de las criaturas que no aprendiera de ti”
“Yo tengo una palabra en la garganta y no la suelto, y no me libro de ella… Si la soltase, quema el pasto vivo, sangra al cordero, hace caer al pájaro… Aunque mi padre Job la dijo, ardiendo no quiero darla, no…”
Gabriela Mistral, seudónimo de la poetisa chilena Lucila Godoy Alcayaga (1889-1957), fue galardonada con el Premio Nobel de Literatura en 1945, el primero concedido a un escritor latinoamericano.
Sus trabajos más conocidos son Desolación (Nueva York, 1922), Ternura (Madrid, 1924), Tala (Buenos Aires, 1938) y Lagar (Santiago de Chile, 1954). Algunos como Lecturas para Mujeres, Nubes blancas, Poema de Chile, Poemas de las madres y Motivos de San Francisco, así como sus artículos periodísticos, han sido menos difundidos, y otros inéditos se han publicado hace relativamente poco tiempo. Tales son los casos de su Epistolario y de sus Recados contando a Chile.
Nacida en Vicuña, pequeña localidad del centro norte de Chile, su labor literaria comenzó a reconocerse en 1914 al resultar ganadora de unos Juegos Florales. En 1922, el Ministro de Educación de México, José Vasconcelos, la invitó a colaborar en la reforma pedagógica que se llevaba a cabo en su país. Al año siguiente, el Instituto de las Españas de Nueva York publicó la primera edición de Desolación. Posteriormente viajó a Estados Unidos, Francia y España. En 1927 fundó en Francia la colección de Clásicos Iberoamericanos traducidos al francés. A partir de 1930 dictó conferencias, trabajó como periodista en varios rotativos y viajó a Estados Unidos, las Antillas y Centroamérica, donde fue profesora en diversas universidades y declarada Ciudadana Ilustre en Puerto Rico. Desempeñó el cargo de cónsul de su país en diferentes ciudades de Europa y América, y en 1951 se le concedió el Premio Nacional de Literatura de Chile. En 1953 fue designada cónsul en Nueva York, representando a su país en la Asamblea de las Naciones Unidas sobre La Condición Jurídica y Social de la Mujer. En 1955 leyó su Mensaje sobre los Derechos Humanos en la Gran Sala de las Naciones Unidas.
La obra poética de Gabriela Mistral tiene su origen en el modernismo, sobre todo de Amado Nervo y Fredéric Mistral (de quien tomó su seudónimo). Ciertas fases de Rubén Darío también tuvieron influencia sobre ella, como lo demuestra su principal característica: ausencia de retórica y gusto por el lenguaje coloquial. No obstante la crudeza de sus imágenes y el gusto por los símbolos, se negó a aceptar la “poesía pura”, lo que la llevó a rechazar un prólogo de Paul Valéry a una antología de sus versos traducida al francés. Sus temas preferidos fueron: la maternidad, el amor, la identificación con la naturaleza americana, la muerte como destino y, fundamentalmente, un raro panteísmo que, a pesar de todo, subyace en la utilización de referencias concretas al cristianismo.
La obra de Gabriela Mistral refleja su temperamento sincero, rebelde y sensible. Creyó en la educación, en la protección de la infancia y en la justicia social para los humildes. Pensaba que la tarea principal de los intelectuales era contribuir a la construcción de una sociedad mejor y más justa.
El Nobel obtenido por Gabriela Mistral significó el reconocimiento no sólo de su producción poética, sino de la labor literaria y social de una mujer que había dedicado su vida a la difusión de la cultura y a la lucha por la justicia social y los derechos humanos.
Gabriela falleció en Nueva York en 1957. En su testamento legó la Medalla de Oro y el Pergamino de la Academia Nobel al pueblo de Chile, y el dinero que pudiera producir la venta de sus obras en América del Sur a los niños pobres de Montegrande.